17
Los cronistas del siglo XIX, Guillermo Prieto, Manuel Payno, Ángel del Cam-
po, Micrós, Ignacio Altamirano, Manuel Gutiérrez Nájera, Francisco Zarco, con-
solidan a una nación y para saber quiénes éramos recurrimos a sus libros. Además
de testigos privilegiados, los cronistas, son ante todo, furiosamente nacionalistas.
Buscan por sobre todas las cosas, la independencia y la grandeza de su país.
A través de la ventana, en América Latina la multitud estásiempre presente, el
hambre también, el desempleo, y otra vez la muchedumbre, la misma carne de
cañón que alimenta los terremotos, la de las grandes desgracias universales. De
pronto, uno de ellos, un indigente, uno del montón, quien en el primer terremoto
nos salva la vida. No sabemos cómo se llama, el no da ninguna información acerca
de sí mismo, nunca lo volveremos a ver, él nos salvó la vida, allí estálatente.
Sujeto a bárbaras presiones económicas y sociales, México podría parecer una
embarcación tambaleante. Sin embargo, el pueblo mexicano tiene una fortaleza
poco común y una capacidad de lucha mayor que la de las catástrofes naturales y
políticas que lo aquejan. A la semana de la espantosa tragedia que provocó el terre-
moto de 19 de septiembre de 2017, en la avenida Insurgentes se llevaba a cabo una
carrera de relevos cuyos participantes eran hombres de extracción popular. Con
sus sudaderas blancas, rojas y azules, sus calzones cortos, corrían hacia alguna
meta inventada. Unos días antes habían dado muestras de una solidaridad conmo-
vedora; se quitaban sus sacos y chamarras para entregárselas a los damnificados;
ahora corrían por la avenida Insurgentes, flacos, desgarbados, mal comidos, sus
cachuchas al revés, sus músculos esmirriados, el maratón protegido por patrullas
policíacas. Al mirarlos desde la acera de la avenida Insurgentes me quedé azorada:
“Mira nomás a nuestro pueblo” –escuché decir a una señora– “Mira nomás. Hace
cinco días salió de los escombros y ahora corre para ver si gana el maratón”.
A raíz de 1968, muchos mexicanos iniciaron una nueva relación con su gobier-
no, la de una crítica y una participación activa.
La literatura testimonial hace visible un hecho oculto a la sociedad. Informa
acerca de lo que no sabíamos o de aquello que nos negábamos a saber. No hay
literatura testimonial sobre la riqueza porque los magnates siempre tienen a un
ghost writer, un escritor fantasma a quien dictarle su autobiografía. La clase domi-
nante procrea a sus amanuenses y a sus apologistas. Sin embargo, el escritor polaco
Telar
24 (enero-junio/2020) ISSN 1668-3633
l
La literatura que sube la calle: 11-20