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¿Qué leemos cuando no leemos?
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S
ILVIA
N. B
AREI
(Argentina)
Universidad Nacional de Córdoba
sbareiberrueta@gmail.com
Diría que estas reflexiones constituyen una especie de insatisfactoria teoría de
la lectura, si no fuera porque el concepto mismo de teoría es excesivo para estas
palabras que son un más allá del deseo –de leer– y un más allá de la literatura –leí-
da o por leer–.
Por ser precisamente un más allá, necesita traslado constante y en ese lugar no
familiar –dislocado– para nosotros –que es el no leer– quisiera situarme.
La hipótesis que desata estas reflexiones sostiene que siempre leemos. El pro-
blema es cómo lo hacemos.
Permítanme comenzar por una pequeña historia que se sitúa en San Ignacio de
Moxos, pequeña población situada en los llanos amazónicos del nordeste de Boli-
via. Fue fundado en 1689 como pueblo misional y sus habitantes se hicieron famo-
sos por aprender ejecutar con extrema facilidad y perfección la música que los
jesuitas trajeron a América.
Casi 300 años después de expulsados los jesuitas, llegaron al pueblo viajeros
europeos que escucharon sorprendidos aquellas obras seculares del archivo igna-
ciano de música barroca. Los músicos, en su mayoría niños y jóvenes, tocaban
leyendo las antiguas partituras, de manera impecable.
Al acercarse a los músicos, para ver las antiguas partituras colocadas en los
atriles, los visitantes descubrieron que los ojos atentos al papel seguían los comple-
jos textos, pero que éstos estaban colocados… de manera invertida.
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Este artículo fue publicado en Silueta de papel. El autor como lector. Benites, M. Jesús y Perilli,
Carmen (Comp.). Corregidor, 2011.
Telar
23 (enero-julio/2019) ISSN 1668-3633
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¿Qué leemos cuando no leemos?: 15-23